jueves, 3 de enero de 2013

La Esmeralda

Luego de leer la obra maestra del escritor francés Victor Hugo, Los Miserables, me gustó tanto la historia que me quedé con más ganas de este autor. No pude evitar por lo tanto adquirir otro libro de él Nuestra Señora de París cuando lo vi recostado en un puesto de la Feria del Libro en el Parque Kennedy de Miraflores.

¿No les habrá ocurrido alguna vez que encuentran a una persona de carne y hueso que mágicamente encaje con la descripción de uno de los personajes de una novela?

"Aunque no era muy alta, lo parecía, por la finura de su talle que erguía provocadoramente . Era morena, pero se adivinaba que a la luz del día su piel debía tener ese bello reflejo dorado de las andaluzas y las romanas [...]. Bailaba, giraba como un torbellino sobre un viejo tapiz persa, puesto al desgaire bajo sus pies; y cada vez que, en sus giros, su resplandeciente rostro pasaba ante cada espectador, sus grandes ojos negros relampagueaban.
Todas las miradas estaban clavadas en ella, todas las bocas se abrían de admiración viéndola bailar así, al ritmo del pandero que con sus dos brazos torneados y puros alzaba sobre su cabeza, fina, grácil y viva como una avispa. Con su corpiño dorado y ceñido al busto, con su traje multicolor que se hinchaba, con sus hombros desnudos, con sus finas piernas que la falda dejaba asomar por momentos, con sus cabellos negros, con sus ojos de fuego. Era realmente una criatura sobrenatural."


Ver a la Esmeralda en carne y hueso un fin de semana en la universidad no es algo que sucede todos los días. No usaba un corpiño dorado ni una falda, usaba un jean color azul y un polo multicolor pero su fisonomía coincidía perfectamente con la del personaje. La imaginacion la vistió de gitana y la puso a bailar sobre una alfombra persa mientras cientos de espectadores imaginarios, atónitos, se deslumbraban ante tan bello espectáculo. Y todo esto, en el transcurso monótono de una asamblea.