viernes, 28 de marzo de 2014

Verano del 2002

¿Y por qué el año 2002?, no lo sé, escogí el primer año que me vino a la mente, sin pensar en ningun acontecimiento en particular. Es más, puedo afirmar que nada relevante en mi vida sucedió ese año. Tenía la edad de 15 años y pasaba a 4to de secundaria en el colegio la Salle.

El verano del 2002 la pasé estudiando en una de esas academias de nivelación escolar, para disque adelantar los conocimientos que aprendería en ese año en el colegio. La academia fue una de las tantas ubicadas en el Centro de Lima. La memoria me falla al recordar si fue Pitágoras o Cesar Vallejo, qué más da, ambas eran igual de pésimas. Lugares infames donde las matemáticas y la física te las enseñaban mal, lugares donde no te enseñaban ciencias sino que te entrenaban a resolver exámenes de opción múltiple. Menospreciaban los fundamentos teóricos y el sentido físico de las ecuaciones, así como la interpretación adecuada de los problemas. Los salones de clase consistían en dos hileras de carpetas largas, de aproximadamente 3m de longitud donde apiñaban a los alumnos uno al lado del otro. Cada una de las hileras se encontraban adosadas las paredes del salón, dejando un estrecho pasillo en el centro. Si imaginaron bien esta distribución, se podrían dar cuenta fácilmente que cualquier desafortunado que se encuentre sentado en el extremo que da a la pared tendría que esperar a que todos sus compañeros se levanten y salgan por el pasillo del centro antes de que él pueda salir, a no ser que salte por encima de carpeta en carpeta. No me imagino el desorden, caos y desesperación que ocurriría en una evacuación por un sismo o incendio.

Así eran los salones de clase de las academias, horribles ambientes donde apiñaban adolescentes como en los campos de concentración con el vil objeto de someterlos al sufrimiento de estar horas de horas sentados en una posición incomodísima, sin siquiera tener la posibilidad del placer de estirar las piernas de vez en cuando, y pobre de ti si a tu  cuerpo se le antojaba aliviar la vejiga, tendrías que hacer levantar a 5 o 6 compañeros de tu carpeta para poder salir, y otra vez más para poder regresar a tu lugar.

Tal vez lo que odiaba más que los asientos, las clases y los profesores mediocres de la academia eran las eternas horas de soledad. En ese tiempo no sabía manejarla y me aburría a montones. Difíciles tiempos, me sentía incómodo hablando con personas y me sentía incómodo si permanecía en soledad por mucho tiempo, se podría decir entonces que pasaba el tiempo en un estado de incomodidad constante sin importar lo que haga. Y no sé si debería sentirme orgulloso o no al decirlo pero pasé todo el verano sin intercambiar palabra alguna con algún compañero de la academia. Simplemente no me nacía conversar. Y no era la primera vez que sucedía, la misma situación se dio el año anterior, así como el posterior en la academia PAMER (la academia que detesto más). No había nada que pudiera salir de mi boca que consideraba digno de comunicar a un compañero, así como no había nada digno de interés que yo quisiera escuchar de alguno. La soledad no era voluntaria, era un comportamiento totalmente espontáneo. En ese entonces consideraba mi soledad y mutismo un defecto que debía ser corregido, ¡gravísimo error considerar la introversión como un defecto! Fue muchos años después cuando descubrí que compartía mi “defecto” con una infinidad de personajes ilustres y admirables, que las personas reflexivas y ensimismadas poseían grandes ventajas con respecto a las demás. El defecto pasó a ser virtud y me quité el gran peso de encima que llevaba años cargando sobre la espalda. Aceptando mi carácter introvertido y solitario mejoró mi relaciones con las personas, al tal punto que la compañía ahora no me falta, ¡gran ironía!

viernes, 13 de septiembre de 2013

La Sombra de Otro Viento (final alternativo)

SPOILER ALERT, en las siguientes líneas me referiré a partes del libro "La Sombra del Viento" de Carlos Ruiz Zafón que no te querrás enterar si aun no lees el libro y estás interesado en hacerlo.

Habrá sido hace una semana que terminé de devorar "La Sombra del Viento" de Carlos Ruiz Zafón. Debo decir que empecé a leerlo con muy altas expectativas debido a muchos comentarios positivos de diferentes páginas web. Esto puede ser algo peligroso, si empiezas algo con expectativas bastante altas las probabilidades de decepcionarte son muchas, sin embargo este no fue el caso. La Sombra del Viento es de esos libros que te causan dependencia, no puedes parar de leerlos. He disfrutado varias páginas leyendo de pie en el micro bus lleno de gente y con una mísera luz parpadeante. No llegué sin embargo al punto de leer caminando, ese privilegio solo se lo ofrecí a las últimas páginas de Los Miserables de Victor Hugo.



Debo admitir que deduje (adiviné) un elemento importante del final de la historia cuando aún me paseaba por las primeras páginas. No fue difícil suponer la naturaleza de Lain Coubert, misterioso personaje con el rostro desfigurado por el fuego responsable de buscar por toda Europa todos y cada uno de los ejemplares de las obras del desafortunado y desaparecido escritor Julián Carax para luego quemarlos sin mayor reparo. Mi primera idea fue la de un escritor caído en desgracia que busca destruirse a si mismo destruyendo sus propias obras. Tal vez Ruíz Zafón pensó también que esa deducción era muy fácil, por eso mando a decir otro personaje de la novela, Nuria Monfort, a mentir diciendo que Lain Coubert era otra persona. Creí destruida mi hipótesis en casi todo el resto de la historia y solo al final revelan la mentira de Nuria y la verdadera identidad de Lain Coubert, que no es otro sino el mismo Julián Carax. Es el autor jugando con tu cerebro, me gusta eso.

Es costumbre muy mía tratar de deducir el resto de la historia a medida que la voy recorriendo. Lo hago no solo con los libros sino también con películas y series. Es divertido cuando la historia te sorprende, recorre un camino que no anticipaste. En las siguientes líneas voy a relatar como pensé que la historia iba a terminar. No coincidí esta vez con el final propuesto por el autor sin embargo creo que mi versión también es buena, con los retoques apropiados claro está.

En el momento en que Julián Carax y su amada Penélope Aldaya suben a la habitación de la aya Jacinta y tienen relaciones sexuales, la idea de un hijo apareció por mi mente (y efectivamente hay uno). Recordé que en repetidas ocasiones algunos personajes mencionan que Daniel se parece mucho a Julián cuando era joven (Daniel es el personaje principal de la novela, si no han leído la novela no van a entender nada, es más ¡no deberían estar leyendo esto!). ¿Y qué pasaría si Daniel fuera el hijo de Julián Carax?, esto cuadra muy bien con la historia. Penélope sería la madre fallecida de Daniel, que este no reconoce en la fotografía ya que él ya no recuerda el rostro de su madre, lo olvidó el mismo día de la primera visita al Cementerio de los Libros Olvidados. Cuando Julián y Penélope se separan, Penélope es echada de su casa por estar embarazada de un bastardo. Pasa muchas penurias pero finalmente conoce al bueno del señor Sempere. Él se enamora de ella y acepta casarse rápidamente para cuidar el honor de Penelope, a pesar de que sabe que el hijo que lleva en el vientre no es suyo. Sempere cría al hijo como si fuera propio, y al momento de llevarlo al Cementerio de los Libros Olvidados, el destino hace que Daniel escoja el libro de su verdadero padre...

Esperen que hay más, el libro que encuentra Daniel en el Cementerio... es La Sombra del Viento de Julián Carax, cuyo argumento es sobre un muchacho que busca a su verdadero padre, que es justamente lo que esta haciendo Daniel, sin saberlo, al buscar el paradero del desaparecido Julián. Es decir el argumento del libro que estamos leyendo se repite dentro del libro que Daniel lee ¡y con el mismo título!, el mismo argumento dentro del argumento.

Estaba muy emocionado cuando se me ocurrió todo esto, y por un tiempo corto realmente creí que así iba a terminar, en un encuentro emocionante entre un padre y un hijo separados por el destino. Sin embargo el globo se desinfló cuando me percaté que las fechas no cuadraban con mi historia. El año en que el hijo de Julian y Penelope nace es 1919, y la historia del libro transcurre en 1950 aproximadamente, Daniel tendría que tener unos treinta y un años y no diecisiete como dice la historia.

A medida que avanza, la historia va por otro camino. El final trágico de Penélope me causó depresión, pero al menos los personajes principales que quedaron con vida tienen un final feliz. La Sombra del Viento es un homenaje a los lectores, estos se pueden identificar fácilmente con los personajes principales, sino observen la reacción de Daniel cuando leyó el libro con que empezó toda la historia por primera vez:

"En una ocasión oí comentar a un cliente habitual en la librería de mi padre que pocas cosas marcan a un lector como el primer libro que realmente se abre camino hasta su corazón. Aquellas primeras imágenes, el eco de esas palabras que creemos haber dejado atrás, nos acompañan toda la vida y esculpen un palacio en nuestra memoria al que, tarde o temprano -no importa cuántos libros leamos, cuántos mundos descubramos , cuanto aprendamos u olvidemos- , vamos a regresar. Para mí, esas páginas embrujadas siempre serán las que encontré entre los pasillos del Cementerio de los Libros Olvidados."
La Sombra del Viento
Y sí, yo también quiero ir a Barcelona y encontrar ese dichoso Cementerio...

domingo, 16 de junio de 2013

Un Paraíso para cada uno (parte I)

Que te recomienden un libro es un indicio excelente para saber de antemano que el libro no te decepcionará. Vamos, que se invierte muchísimo tiempo en leer uno y sería una pena que sea una desgracia, ¿no les parece?. Una película mala solo te quita un par de horas de tu vida, pero un libro malo te puede quitar días, meses enteros de tu precioso tiempo que jamás recobrarás.



Recibí dos recomendaciones de dos personas distintas para leer "El Paraíso en la otra Esquina" de Mario Vargas Llosa, y una de ellas incluso me dijo que el libro le quitó las ganas de suicidarse. Diablos, ¿tan bueno es?, así es, ¿y por qué diantres te querías suicidar?, ese es otro tema. Solo había una manera de comprobarlo y era ponerse una ropa de baño y sumergirte al delicioso placer del mar de la lectura, y si querías hacerlo desnudo, mejor aún. Del Paraíso solo había escuchado un comentario de mi profesor de Literatura en el colegio (en tiempos en que odiaba la Literatura) que trataba acerca del pintor post-impresionista Paul Gauguin y de su abuela Flora Tristán, considerada la primera feminista. Mi escaso e inmaduro cerebro adolescente no se interesó en absoluto y mejor aún, tal vez si lo habría leído en esa época no hubiese tenido el gran impacto que produjo ahora. Hay veces que tienes que estar preparado emocional e intelectualmente, y con la madurez suficiente para recibir, apreciar y asimilar el valor real de un libro. Si no es asi, el libro leído solo está de paso y termina agusanándose olvidado en la esquina de un estante en lugar de estar grabado en tus pensamientos y engrandecer tu conciencia.

El libro son en realidad dos, dos historias intercaladas un capítulo a la vez. La primera historia es la de Flora Tristán, en el inicio de una gira por varias ciudades de Francia para reunirse con agrupaciones de obreros, tejedores, herreros (todas aquellas víctimas de la revolución industrial), también con algunas autoridades eclesiásticas, con todos aquellos interesados en escuchar su plan para salvar el mundo de la opresión e injusticia. Soberbia tarea Florita, ya no pudo soportar que miles de personas trabajen 20 horas al día con sueldos miserables y que vivan en condiciones paupérrimas mientras que los dueños se llevaran el pedazo más grande del pastel de las ganancias producidas por el sudor obrero. Si piensan que la diferencia entre ricos y pobres es escandalosa en la actualidad, en el siglo XIX no solo era peor sino que era más aceptado socialmente. Y peor aún, con una religión que acentuaba la resignación del oprimido con ideas como que el sufrimiento de ahora será recompensado después de la muerte (eso dicen hasta ahora). 

Gran mujer Flora Tristán, con una fuerza de carácter y una gran belleza que enamoraron a casi todos los personajes varones de su historia, incluyendo al lector. No les voy a mentir, a medida que la historia transcurría me imaginé conociendo y cortejando a Florita, diciéndole que la apoyaría en todos los aspectos con cualquier revuelta social que desee realizar. Me imaginé su respuesta: largo de aquí vil burgués lleno de prejuicios, cobarde, nunca has movido un dedo en favor de los pobres, salvo míseras limosnas que no sirven para nada más que para calmar tu sucia conciencia. Vamos Florita no seas injusta conmigo, no me trates como aquellos descerebrados que hablaban idioteces en tus reuniones obreras, pero debo confesar que esa actitud tuya me encanta, al menos no me llamaste cavernícola. Una lástima que disfrutaras poco de tu sexualidad. No te culparía, después de haber tenido como esposo al más grande hijoeputa que la humanidad haya parido, violó a tu hija solo para joderte la vida e intentó asesinarte el muy mal nacido.

Huiste de Francia debido a la persecución del aquel desgraciado al que abandonaste, fuiste en busca de una herencia a tierras peruanas, en particular a la ciudad de Arequipa. No recibiste la herencia pero al menos recibiste una pensión que te sacó de la servidumbre. Curioso hecho es que llegaste a conocer personalmente a la Mariscala, mujer de armas tomar esposa del Gran Mariscal Agustín Gamarra, ya ex presidente del Perú en ese entonces (personaje que me hace recordar a la actual primera dama de la nación Nadine Heredia). De ella dijiste lo siguiente:
"Era de mediana talla y fuertemente constituida, a pesar de haber sido muy delgada; su figura no era en verdad bella, pero, si se juzgaba por el efecto que producía en todo el mundo, sobrepasaba a la mejor belleza. Como Napoleón, el imperio de su belleza estaba en su mirada, cuánta fuerza, cuánto orgullo y penetración; con aquel ascendiente irresistible ella imponía el respeto, encadenaba las voluntades, cautivaba la admiración.. Su voz tenía un sonido sordo, duro, imperativo" 

                                                               Flora Tristán, "Peregrinaciones de una paria"

Y hablando de las "Peregrinaciones de una paria", libro donde cuentas tus memorias de tu estancia en Perú, fue tan buena su acogida en Arequipa que tu tío Don Pío Tristán no dudó en quemar un ejemplar de manera simbólica y en cortar la pensión mensual que recibías de su parte. La verdad es cruel y desagradable, pero verdad al fin y al cabo.



Su visión del paraíso era alcanzar un paraíso para todos, la creación de una sociedad con igualdad de derechos y detener cualquier explotación de la clase obrera y de la mujer, el matrimonio lo veía como un contrato vil que convertía a la mujer una máquina de hacer hijos para el marido. Trabajó incansablemente por ese paraíso hasta su prematura muerte a los 41 años. En la actualidad colocan a Flora dentro del grupo de socialistas utópicos, no creo que le hubiera agradado mucho.


jueves, 23 de mayo de 2013

Nuevamente de Noche

No tenías la menor idea de lo que estabas haciendo. Cuando llegaste al lugar, había una reja metálica de unos 3 metros de alto adornada con figuras curvas y algunos ángulos rectos sin formar aparentemente ningún patrón. Seguiste la reja para buscar una entrada sin saber qué es lo que buscabas al otro lado. Es como si fuera un sueño, simplemente apareces en un lugar y comienzas a hacer cosas pero no recuerdas cómo llegaste allí, ni siquiera te das cuenta de esa extrañeza y piensas que todo está bien. No pensaste en absoluto que esto fuera un sueño, ni siquiera cuando te percataste que las figuras curvas de la reja metálica ahora se movían lentamente formando patrones muy elaborados, e incluso palabras que no te tomaste la molestia de leer, ¿te estaban advirtiendo de algo?, quién sabe tú solo querías buscar la entrada que no se dignaba en aparecer. Tampoco pensaste en nada raro cuando consultaste la hora en tu reloj y te dio las 3:45am, cosa extraña ya que el sol iluminaba el ambiente con todo el esplendor de una tarde de verano, consultaste nuevamente y leíste 5:31pm, todo estaba de cabeza aquí sin embargo no le diste importancia, solo te preocupaba la entrada, pasar al otro lado de la reja.

Te cansaste de buscar, te detuviste y encaraste la reja con sus formas que no paraban de moverse. Quiero entrar, le dijiste, no tuviste que repetirlo dos veces para que las formas curvas pequeñas que antes bailaban formaran ahora entre todas un rectángulo del tamaño de una puerta. Solo un ligero empujón y ya estabas al fin al otro lado de la reja. Extraño resultó (pero claro tampoco te diste cuenta de ello) que recién ahora veías todo lo que había en este lado de la reja, un hermosos jardín con árboles de todos los tamaños apareció ante ti, un césped verdísimo y flores de todos los colores del espectro que el humano puede percibir. Todo era paz y tranquilidad, las aves revoloteaban de árbol en árbol y su canto anunciaba que todo estaba bien. No caminaste ni tres pasos cuando el suelo debajo de tus pies cedió, todo ese jardín desapareció rápidamente de tu vista y una sensación de caída deformó las facciones de tu rostro a una expresión de terror y desesperación. 

Te levantaste de la cama de un sobresalto y con el corazón latiendo rápidamente. Aún estaba oscuro y el reloj te informó que aún faltaba mucho para levantarse. Te acostaste nuevamente y pasó ni un minuto para que tus ojos se cerraran y regresaras nuevamente al mundo de los sueños que tanto te gustaba explorar. Te diste cuenta ahora que tuviste muchas oportunidades de tener la conciencia de estar soñando cuando estabas en el jardín. Y ahora, o que maravilla, estabas ahora pensado esto mismo dentro de otro sueño. Miraste tus manos y no las veías con la nitidez usual de la realidad, estaban algo borrosas. Abriste bien los ojos y todo a tu alrededor estaba borroso también. Estoy en mi antigua casa, dijiste, y estoy soñando. Que excelente oportunidad para hacer lo que más te gusta en la vida. Saliste al patio de la casa, doblaste las rodillas y luego saliste disparado como un cohete por los aires. La ciudad siempre se ve excelente desde arriba, vas volando de un lugar a otro a una velocidad inimaginable. Pero luego te asalta la duda, siempre sucedía lo mismo, poco a poco vas perdiendo velocidad y altura. Haces esfuerzos evitar la caída pero el miedo y la duda siempre ganan y terminas aterrizando en el suelo. Y es que te olvidaste que estabas soñando, el sueño te absorbió y nuevamente piensas que estas en el mundo real donde las personas no vuelan con solo desearlo, es por eso que regresaste al suelo. Los miedos y dudas del mundo real cortaron el vuelo y no te dejarán despegar nuevamente.

La alarma suena y el sol te anuncia un nuevo día, y solo piensas si en la siguiente noche podrás volar nuevamente.

jueves, 21 de febrero de 2013

La V que no es de Venganza


Son muchas las cosas en la vida de un hombre que una mujer no puede siquiera imaginárselas (y viceversa), muchas relacionadas con nuestra anatomía o relacionadas con nuestro cerebro o cerebros. Una de ellas es el fino arte de mirar escotes.

Sucede que es fisiológicamente imposible al menos no intentar mirarlos. Estas en una reunión social, el destino te escogió como compañera de conversación de turno a una joven dama cuyo criterio fue de escoger un vestido que haga lucir sus bellos atributos mamarios, un tierno y a la vez seductor escote. Una letra "V" que, más que mostrar, nos invita a seguir el curso de las curvas mediante la imaginación. Pero ten cuidado, uno simplemente no puede conversar con la dama con la mirada hacia abajo, no seas faltoso pues. Mi estilo al menos es el de la observación caleta, solapada. Espera a que mira a otro lado, o a que voltee para poder tomar una rápida mirada y su respectiva fotografía mental de ya sabes qué. Es preciso indicar sin embargo que la calidad de la observación encaletada es inversamente proporcional al nivel de alcohol en la sangre.

¿Pero por qué tanto problema por mirar escotes?, mi teoría es que el hombre ha nacido para buscarlos. Pónganse a pensar, desde que somos bebes los buscamos desesperadamente y lloramos descontroladamente por obtenerlos. Cuando crecemos y somos adultos las cosas no cambian en absoluto.

Cuando tienes un escote en tu rango de visión, y el contexto social te impide mirarlos (contexto como el escote de la enamorada de tu mejor amigo, o el escote de tu jefa, o el escote de la madre atractiva de tu enamorada), entonces tenemos problemas. Empiezan a aparecer síntomas similares a un adicto en síndrome de abstinencia. Te empiezan a sudar las manos, los tics empiezan a aparecer. ¿Síndrome de Tourette? te pregunta la madre, no dices, ¡imposible explicar el mal que te aqueja!. En tu mente, sí esa mente perversa y sublime a la vez, se inicia una lucha encarnizada por el poder de los músculos oculares. En la esquina roja está el cavernícola, esa alma primitiva y pervertida que se atrevió a tocarle la pierna a tu joven profesora cuando tenias 15 años y las hormonas te salían hasta por las orejas. En la esquina verde está el civilizado, el que te hizo ingresar a la universidad, el que inventó el florazo que te hizo conseguir novia, el que entiende el cálculo integral y la evolución por selección natural, el que tiene curiosidad científica, el que diseña estructuras, el que leyó "Los Miserables" y "Ana Karenina". En fin ¿quién ganará la contienda?, difícil predecirlo, a veces uno y a veces el otro.


Es mi deseo terminar este discurso citando al Tío Ben: "Un gran poder conlleva a una gran responsabilidad". Sean felices mujeres, y usen su escote con sabiduría.

viernes, 8 de febrero de 2013

El Malecón

Una tarde de abril Rocío y Gustavo caminaban por el malecón, con una fila de edificios de departamentos por el lado derecho y el mar en su maximo esplendor por el izquierdo. El malecón era un lugar especial para ambos ya que les recordaban sus dias de infancia. Rocio y Gustavo se conocían desde la escuela primaria, siempre fueron amigos, incluso hasta ahora. Era bastante común que cada uno hablara de sus respectivas parejas, y es que siempre se necesita de alguien para desfogar los buenos o malos ratos que pueden ocurrir en una vida en pareja. Se podría decir a simple vista, que su amistad era totalmente "pura", es decir solo amistad.



No resultará extraño, especialmente para los varones, conocer que desde hace un par de meses un pensamiento había nacido en la mente de Gustavo. Ese pensamiento producto de miles de años de evolución, ese pensamiento que ha permitido a la humanidad y a cualquier especie con reproducción sexual subsistir. Es un pensamiento sin forma clara, es más un instinto que un pensamiento. Un instinto que no puede dejarse de lado, imposible ignorarlo, es pequeño pero potente y hermoso. Es una reacción en cadena, lo que empezó como algo pequeño y sin forma produce ahora pensamientos cada vez más claros y definidos. Se expande, ahora ya ocupa la mayor parte su tiempo. Ya no piensa en casi nada más que eso. Ya nada puede ser como era antes.

Y entonces había decidido decírselo todo aquella tarde, Gustavo había escogido el  malecón como punto de reunión por que ese lugar era un símbolo de la estrecha y larga relación de ambos, relación que estaba a punto de cambiar.

Aclara su voz, detiene su paso, la mira a los ojos, toma aire. Esta a punto de decir lo que había practicado desde hace semanas. Sin embargo ella se le adelanta:

-Me voy a casar con José.

El holocausto Judío, la guerra nuclear, el apocalipsis zombie, los genocidios, la caída de un asteriode, una invasión extraterrestre, el levantamiento de las máquinas, la peste negra, nada se compara con la tragedia que acaba de suceder. La muerte no es suficiente, una eternidad de sufrimiento tampoco lo es. El averno se parece más a un tarde fresca de verano en comparación con esto. El séptimo círculo del infierno de Dante de pronto se convierte en un agradable lugar para vacacionar y relajarse.

Pronto, Gustavo hace esfuerzos inhumanos para esbozar una falsa sonrisa. La felicita, la abraza, le dice lo afortunada que es. La fatalidad ha llegado a su vida, y se quedará allí por un buen rato. Y es que aquel sentimiento tiene dos caras, una puede traerte la mayor felicidad del mundo, pero la otra te puede provocar el mayor de los suplicios.




jueves, 3 de enero de 2013

La Esmeralda

Luego de leer la obra maestra del escritor francés Victor Hugo, Los Miserables, me gustó tanto la historia que me quedé con más ganas de este autor. No pude evitar por lo tanto adquirir otro libro de él Nuestra Señora de París cuando lo vi recostado en un puesto de la Feria del Libro en el Parque Kennedy de Miraflores.

¿No les habrá ocurrido alguna vez que encuentran a una persona de carne y hueso que mágicamente encaje con la descripción de uno de los personajes de una novela?

"Aunque no era muy alta, lo parecía, por la finura de su talle que erguía provocadoramente . Era morena, pero se adivinaba que a la luz del día su piel debía tener ese bello reflejo dorado de las andaluzas y las romanas [...]. Bailaba, giraba como un torbellino sobre un viejo tapiz persa, puesto al desgaire bajo sus pies; y cada vez que, en sus giros, su resplandeciente rostro pasaba ante cada espectador, sus grandes ojos negros relampagueaban.
Todas las miradas estaban clavadas en ella, todas las bocas se abrían de admiración viéndola bailar así, al ritmo del pandero que con sus dos brazos torneados y puros alzaba sobre su cabeza, fina, grácil y viva como una avispa. Con su corpiño dorado y ceñido al busto, con su traje multicolor que se hinchaba, con sus hombros desnudos, con sus finas piernas que la falda dejaba asomar por momentos, con sus cabellos negros, con sus ojos de fuego. Era realmente una criatura sobrenatural."


Ver a la Esmeralda en carne y hueso un fin de semana en la universidad no es algo que sucede todos los días. No usaba un corpiño dorado ni una falda, usaba un jean color azul y un polo multicolor pero su fisonomía coincidía perfectamente con la del personaje. La imaginacion la vistió de gitana y la puso a bailar sobre una alfombra persa mientras cientos de espectadores imaginarios, atónitos, se deslumbraban ante tan bello espectáculo. Y todo esto, en el transcurso monótono de una asamblea.