Son muchas las cosas en la vida de un hombre que
una mujer no puede siquiera imaginárselas (y viceversa), muchas
relacionadas con nuestra anatomía o relacionadas con nuestro cerebro o
cerebros. Una de ellas es el fino arte de mirar escotes.
Sucede que es fisiológicamente imposible al menos no intentar mirarlos.
Estas en una reunión social, el destino te escogió como compañera
de conversación de turno a una joven dama cuyo criterio fue
de escoger un vestido que haga lucir sus bellos atributos mamarios,
un tierno y a la vez seductor escote. Una letra "V" que, más que
mostrar, nos invita a seguir el curso de las curvas mediante la imaginación.
Pero ten cuidado, uno simplemente no puede conversar con la dama con la mirada
hacia abajo, no seas faltoso pues. Mi estilo al menos es el de la observación
caleta, solapada. Espera a que mira a otro lado, o a que voltee para poder
tomar una rápida mirada y su respectiva fotografía mental de ya sabes qué. Es
preciso indicar sin embargo que la calidad de la observación encaletada es
inversamente proporcional al nivel de alcohol en la sangre.
¿Pero por qué tanto problema por mirar escotes?, mi teoría es que
el hombre ha nacido para buscarlos. Pónganse a pensar, desde que
somos bebes los buscamos desesperadamente y
lloramos descontroladamente por obtenerlos. Cuando crecemos y somos
adultos las cosas no cambian en absoluto.
Cuando tienes un escote en tu rango de visión, y el contexto
social te impide mirarlos (contexto como el escote de la enamorada de tu mejor
amigo, o el escote de tu jefa, o el escote de la madre atractiva de tu
enamorada), entonces tenemos problemas. Empiezan a aparecer síntomas similares
a un adicto en síndrome de abstinencia. Te empiezan a sudar las manos,
los tics empiezan a aparecer. ¿Síndrome de Tourette? te pregunta
la madre, no dices, ¡imposible explicar el mal que te aqueja!. En tu mente, sí
esa mente perversa y sublime a la vez, se inicia una lucha encarnizada por el
poder de los músculos oculares. En la esquina roja está el cavernícola, esa
alma primitiva y pervertida que se atrevió a tocarle la pierna a tu joven
profesora cuando tenias 15 años y las hormonas te salían hasta por las orejas.
En la esquina verde está el civilizado, el que te hizo ingresar a la
universidad, el que inventó el florazo que te hizo conseguir novia,
el que entiende el cálculo integral y la evolución por selección natural, el
que tiene curiosidad científica, el que diseña estructuras, el que leyó
"Los Miserables" y "Ana Karenina". En fin ¿quién
ganará la contienda?, difícil predecirlo, a veces uno y a veces el otro.
Es mi
deseo terminar este discurso citando al Tío Ben: "Un gran poder conlleva a
una gran responsabilidad". Sean felices mujeres, y usen su escote con
sabiduría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario